viernes, 19 de octubre de 2007
Las mil y una Romas
jueves, 20 de septiembre de 2007
El sueño de la dolce vita
Tenía los pies deshechos, balanceando sus cortas patas mientras el cuerpo intentaba buscar una posición para relajarse en el incómodo banco. Acababa de entrar en la penumbra de la iglesia de Sta. Maria Inmaculada, al inicio de Via Veneto. Antes de concluir el tercer tramo de la escalinata había entrado sin darse cuenta en la cripta. Había subido las escaleras pensativo y cansado siguiendo con la mirada y con sus pasos los pies de otras personas que se dirigían a una puerta que se abría en el amplio rellano.
Al salir había buscado la entrada de la iglesia como un refugio, como una altura sagrada en la que entrar en contacto con lo divino dejando por un momento el recuerdo de la dura tierra.
Entrando a la derecha se había detenido a contemplar el victorioso S. Miguel al que Reni dotó de expléndido manto rojo imperial, de fina y derecha espada que más parece una joya junto a su rostro asexuado de joven lampiño, de una cadena que parece en su mano una correa de paseo delicadamente sujeta a su mano gordezuela. Alas que brillan teniendo al fondo una larguísima cola que se enrosca buscando la presa, delicado vencedor y dominador de la oscura anatomía violenta del mal: rostro bien definido, siempre reconocible y virilmente pasional con manos que resisten –jamás rendido- con el apoyo de la tierra. Se sentó y sus ojos, a pesar de la dura madera, se cerraron.
¿Quién es mejor maestro que yo para enseñarte a ser lo que eres y que no serás jamás perfectamente lo que quieres ser? Una sombra vestida con sayo marrón lanzó su pregunta desde la penumbra del ambón.
¿Quién mejor que yo se presenta ante los ojos de Horacio para indicar lo escondido en cielo y tierra ante los sabios y poderosos?
¿Quién si no yo ha llevado la perfecta ofrenda a Júpiter Feretrius presentando como despojo del vencido mis propios huesos, resultado de un duelo entre pares?
¿Quién pescaba en el mundo de los sueños los futuros números que daban la riqueza mientras no guardaba ni una mísera moneda para pagar al barquero que transporta a esta otra orilla?
¿Quién como yo ha saboreado el aire templado de Villa Borghese tras los Laudes mientras cantaba a la hermana madre Tierra que ahora me acoge en su seno en espera de la nueva Vida?
¿Quién mejor que yo conoce la dolce vita, yo que la he dejado y sigo viéndola ahora desde las cuencas vacías de mis ojos? La figura, diminuta y exigua se mostraba ahora con claridad, se imponía en el sueño de Eneas como los rostros sin carne que había visto poco antes en la cripta: sin facciones, impersonal, inatacable en la aparente inercia de un cementerio, lugar del sueño.
viernes, 27 de julio de 2007
Infierno
Armando se había quedado fumando un cigarrillo bajo uno de los naranjos de via XX Settembre, ignorando tanto el tráfico como los macizos y seriotes edificios ministeriales. Largo Sta. Susana con sus dos iglesias y su nombre contrasta con el ambiente ‘importante’ del cercano Ministero dell’Economia, la gigantesca publicidad de Armani al lado de Banca de Italia. Como un marca-senderos los naranjos venían desde Porta Pia hasta la misma puerta de Sta. Maria della Vittoria, bajitos, cargados de fruta, como de juguete en medio de tanta ‘roba seria’ como dicen en estos lares.
Las Náyades habían dado al duro metal curvas sensuales, las lucidas columnas del Grand Hotel parecían estar preparándose en la línea de salida en competición con los leones de estilo egipcio que guardan como gatos el fontanón del sucio y rechoncho Moisés. De la luz a la penumbra constantemente. Cerró por un momento los ojos apenas transpasado el umbral. Se sentía mareado. Demasiado café, demasiadas imágenes para los primeros
“Derrota es el infierno de perder el sendero de la esperanza”. Decía su antepasado rey del Polo en su diario-herencia para sus sucesores que emprendieran el viaje a Roma.
Nunca se había sentido tan lejos de sí mismo, de su historia. Veía con los ojos cerrados las imágenes de la memoria como las ve un moribundo llegando a la meta, a la muestra en donde dejar las aguas que ha conducido. Aspiraba el aire de la pequeña iglesia saboreando los olores como única medida del tiempo. Todo se perdía constantemente. Él era todo y nada.
Como sonámbulo avanzaba por la nave de la iglesia, recogiendo con el tacto las huellas de las cosas pues todo se había ya marchado: las manos, los ojos, las palabras, las batallas, las pasiones y la esperanza que lo habían traído y de los que habían construido el mundo en el que estaba. Aquella mano de niña que lo guiaba ¿dónde estaba? No la reconocía en los angelotes ni en las huesudas de la muerte figurada. ¡Cuánto daría por ser encontrado! Salvado por los pelos como los marineros que había visto naufragar, asido por una mano que estaba fuera del peso muerto del agua profunda.
Sus ojos se agarraron al final a aquella mano blanca, abandonada. No luchaba, no se denodaba ni debatía. Arrastraba hacia lo alto el peso de su pequeño cuerpo prendido en la invitación a una danza, a un beso delicado, al primer encuentro de muchos otros que nada podría interrumpir. Una fuerza que vence la gravedad, que está más allá de los espectadores, del teatro del mundo y que al final, más allá de los sentidos, hace probar la eternidad y volver a esperar por la única razón de haber gustado. Infierno y paraíso.
martes, 17 de julio de 2007
Sombras
-Sí, he seguido la primera indicación del Diario. Es maravilloso, he pasado por otro tiempo, por pozos, colores, espacios, sonidos...
-¡Uf! Sí que sois complicados los pingüinos viajeros. ¡Y yo que le había prometido a tu padre que te haría de guía en Roma! Nadie mejor que un ex-taxista. Pero veo que viajas por otras calles. Y ahora ¿qué? Yo he comprado unos cornetti pensando que aún estabas durmiendo. ¿Te van?
-Claro. El café era buenísimo pero tengo el estómago vacío. En el Norte tomamos siempre algo más ‘sólido’.
-Mira, podemos sentarnos en las escaleras bajo la sombra de la columna, en la plaza.
-Como decía el gran Asterix ‘estos romanos están locos’. En una ciudad para disfrutar y contemplar no tenéis apenas bancos. Veo que es una ciudad en vertical en altura y profundidad, extrañamente fálica y poco acogedora, poco horizontal. Sólo
-¿Cómo? No te olvides del éxtasis, del abandono amoroso de Sta. Teresa.
-Vivo sin vivir en mí
Y tan alta vida espero
Que muero porque no muero... Un morir en vida. Vamos. ¿Dónde se encuentra?
-Aquí cerca, en Sta. Maria della Vittoria.
-‘Victoria: morir en vida’. Roma da sentido a las palabras, es como un gran gesto que las hace comprensibles: ‘En
-Descansemos aquí un momento –dijo Armando cuando llevábamos 5 minutos caminando-
-Pero si está lleno de botellas, papeles, restos de comida... y mira como huele.
-Me parece que tendremos que hacer como un tal Plinio con su bola de ámbar perfumado en las manos. Pero no la tenemos y yo estoy cansado. Ahí tienes además las antiguas Termas de Diocleciano y la fuente de las Náyades por si quieres ‘refrescarte’, al menos con tu imaginación que todo lo puede.
Nos sentamos bajo las encinas. Por detrás y por delante el paso incesante y veloz de los coches sobre los sampietrini transmitía una extraña inquietud y traqueteo de urgencia. ¿Qué hacéis parados? Escondidos entre las encinas, unos quioscos para la venta de libros usados parecían objetos de un mundo paralelo como el obelisco que recordaba a los 500 héroes del nuevo ‘imperio’ italiano y que aún hoy dan nombre a esta plaza ‘dei Cinquecento’. De Heliópolis y Ramses al templo de Isis en Roma, desenterrado junto a Santa María Sopraminerva para ser monumento funerario ante la vieja y primera estación, relegado a este pequeño jardín como los grupos de extracomunitarios que aquí se reúnen. Imperio, olvido, éxtasis, muerte y vida bajo su sombra...
Panderetas de plata verde
En delicada piel de savia
Que entre los dedos del viento
Regalan corrientes vivaces
Subiendo desde los pies.
Con jornadas de luz que se toca
Con fuerza en los colores
Se derrama la sinfonía
De la entrega entre los seres
Que al ser se consumen.
Sombras.
Su tiempo es la medida
Del recibir y del dar
En péndulo que suena en la conciencia
En la voz que sonará para siempre
Un eco que se alimenta
Del que por primero y último
Tiene la locura
De dar sin pedir.
martes, 29 de mayo de 2007
Mariposas y otras tierras
Eneas ante la vista de la palmera y las claras aguas que rodeaban la figura de Cristo se había ido acercando a las latitudes encerradas en las notas de Tom Jobim viajando con el billete de ‘as praias desertas esperando por nos’. Era una música que escuchaba desde hace años pues le encantaba a su madre. La ponía los días que se quedaba en casa por alguna enfermedad, mirando las landas blancas que le prometían un más allá, hacia la cálida tierra que producía esas notas y que en ellas se hacía presente bivrante.
-Disculpa, ¿sabes por qué las mariposas nacen de los gusanos?
Una viejecita de mirada atenta lo había sacado de su ensueño.
-Perdone, ¿cómo dice?
-¿A qué no lo sabes? Es mi secreto y te lo diré para que no se muera conmigo. Sabes, las mariposas un día nacían hermosas, volando llenas de colores pero eran sordas y también mudas. Hablaban con sus danzas, saboreaban los más dulces sabores de la naturaleza y aparecían como un regalo en los momentos más bellos que percibían con un sentido especial. Sin embargo, no sabían de las harmonías del sonido. Un día, dos enamorados se contaban su amor en un campo en canciones susurradas y la mariposa que revoloteaba entre las notas sentía una belleza que no escuchaba. Rápidamente pidió al viento que la llevara arrullándola hasta la brisa divina pues tenía una petición que hacer a Dios. Danzó y danzó en el viento pidiendo que sus colores y lo que sentía se conviertieran en música, en una voz que sonara en el viento. Y el viento le dijo que no bastaba el viento para sonar, no bastaban las ganas de belleza. Era necesaria la tierra, la oscuridad de una boca en la que naciera el sonido. Quiso saber qué era la tierra para crear el tacto de la música, la vibración de lo concreto. Se hizo gusano que recogía el olor, el sabor, el roce continuo de tierra y escuchó su silencio de gran madre, su seno generador escondido para nacer de nuevo en un acorde de cielo y tierra.
Hizo una pausa mientras su mirada había llegado con el vuelo de su mano hasta posarse en la hoja de palma del Fénix.
-Tú estás mirando los colores en el cielo de la bóveda. Ven a ver de donde nacen.
Bajaron a la cripta bajo el altar y allí encontraron dos sarcófagos paleocristianos en paredes con mil marcas y nombres rayados en la superficie ocre. Salieron y caminaron lentantemente por el pasillo de la nave central. Casi al final, una gran piedra circular de porfido tapaba en rojo el lugar del pozo en donde Sta. Práxedes sepultaba los cuerpos los mártires cristianos que conseguía recuperar.
En ese momento me di cuenta de que toda la iglesia surgía como un brote de la tierra. Un suave coro de voces empezó a entonar un Magnificat. La música ascendía desapareciendo tras las maderas del techo mientras las palabras hablaban de la humildad de la tierra fecunda, de una mujer, en la que se encontraron cielo y tierra.
¡Quién sabe! Quizás tendrías que seguir más de cerca los insectos de la ciudad.
La viejecita se había sentado desgranando su rosario. Al pasar a su lado ella lo saludó con una sonrisa y una mirada pilla, de viejos conocidos.
viernes, 18 de mayo de 2007
Una mañana y la esperanza.
Se levantó hipnotizado por la visión que tenía ante él, sobre su cabeza, continuando con la pausada conciencia pasajera de los primeros momentos del día. Una sonrisa, sosiego y gratitud ante la simplicidad. Era la ventana que dejaba entrar el cielo en la habitación. Alta y estrecha como en una prisión y como en ella abierta a una esperanza. Insinuante y provocadora Eneas sintió su llamada para salir de las penumbras.
Un olor a café recién hecho puso fin al lento paso de los primeros momentos de la jornada. La noche anterior no había visto la moderna máquina de café express automática con el saquito de pequeñas dosis ya confeccionadas situado a su lado, única nota del tiempo presente en ese espacio. Armando no estaba, no había ningún reloj y la lámpara yacía inmóvil sin su llama, como un animal agazapado a la espera. Accionó el interruptor y un chorrito de cálido café cremoso bajó hasta la tazita. Para los amantes del café la vida en las frías landas boreales ofrecía momentos de tregua ante el calor y las conversaciones que acompañaban el rito del café, como un encuentro entre amigos o colegas que descansan. Aquí, el encuentro era una cita amorosa. Solos, la primera mirada de la mañana, el despertar de los sentidos, era una conversación sin palabras entre Eneas y aquel delicioso cuerpo negro, aromático y cálido. Todos los demás cafés serían sólo un recuerdo, una búsqueda del gusto que queda tras el encuentro amoroso en los sentidos satisfechos.
Bajó de nuevo al sombrío patio y con sus cortos pasos se dirigió al portalón. La luz lo cegó unos instantes con una invasión que ahora se hacía violencia. El día desnudaba la realidad con una fogosidad y vehemencia de D. Juan experimentado en un placer continuado in crescendo. Su tacto suave recorría cada centímetro de las piedras incendiándolas con reverberaciones ruborizadas. Se sentía desnudo y un poco avergonzado en este primer día soleado en el tardo invierno romano.
En medio de las casas, apenas visible estaba la entrada de Santa Prassedes. La puerta principal estaba cerrada con una verja por lo que entró por un lateral. No había nadie. Se sentó en el primer banco para disfrutar del mosaico del ábside. Y allí estaba su amiga el ave Fénix, pequeña, alegre y colorada como la niña de Péguy, encaramada a la palma que anuncia su victoria.
‘En
lunes, 16 de abril de 2007
Sueño en Monti
De truenos se alza y camina
Bajo nubes de cielo ocre
Desde San Juan en majestad
El que Providencia escoge
Caminando tras mil rostros
Ruega no caiga la noche
Sobre los campos del Urbe
Lleva una luz como brote
Nacido en planta de plata
Raíz de sombra en la torre
Miedo que sopla violento
Junto a la colosal mole
Aulla el abandono en ánima
Tiemblan cruces ante hoces
En tiniebla cae la luz
Bajo el Arco su eco corre
Cenizas y polvo a su paso
Dejan silenciosas voces
viernes, 2 de marzo de 2007
Una noche ante la Torre
viernes, 16 de febrero de 2007
Vicolo Scellerato
Se paran un momento en la plaza ante la iglesia. La subida se había convertido en una leve pendiente y era el momento para un respiro. Luigi saca un paquete de cigarrillos y enciende uno. La noche es fría, tranquilamente silenciosa a esas horas. A lo lejos, la cumbre del Vittoriano tras la torre convertida en campanario de S. Francesco di Paola. La plaza parece un embudo que los invita a dejarse caer en un hueco que se abre en el edificio, justo enfrente de ellos. Casi sin darse cuenta sus pies empiezan a bajar. Atraídos por aquella boca oscura, madriguera que conduce hacia un país de maravillas lejanas, se acercan al Vicolo Scellerato. Saliendo de las paredes y la bóveda de aquel túnel se oyen unas voces que provienen de una oscuridad con ecos que las hace lejanas.
-Querido Tarquinio, Arunte, tu hermano no es un hombre. Aquí me tienes. Estaba destinada a un gran futuro, con la belleza de una diosa y mírame, marchita por culpa de Arunte.
-No es verdad. No digas tonterías.
-Quiero ser mujer del soberano de Roma, quiero ser reina. ¡Maldito padre! Todo se conjura contra mí, incluso mi hermana ¿no le habrás dicho nada? También tú te encuentras con una mujer que te ablanda el cerebro y que no te dejará llegar a ser nadie.
- ¿Qué podemos hacer?
-Mira. Se vive sólo una vez. Yo ya tengo 40 años y tú vas para 50. ¿A qué esperas para reclamar el trono? Eres hijo del rey Tarquinio Prisco. Eres fuerte, noble y hermoso. ¿Por qué no corregimos los errores del destino? Liberémonos de lo que nos aflige. Tú eliminas a tu mujer, yo a mi marido y nos casamos. Luego, conquistaremos la corona.
Un poco de veneno y Arunte y Tullia Maior salen de la escena. Así Tarquinio se casa con Tullia menor. Luego eliminarán al padre, el rey Servio Tullio con una conjura en
-Bajo y lo meto en el carro- Dice el auriga.
-¡Estás loco! Pasa por encima.
El auriga fustiga los caballos pasando con un bamboleo sobre el cuerpo del anciano rey que muere.
Retumbaban aún los cascos de los caballos en las paredes del antiguo clivo Urbio, ahora vicolo Scellerato, cuando sus dos figuras se perdieron en la oscuridad, guiados por el único calor luminoso del cigarrillo que ya consumía el filtro.
viernes, 9 de febrero de 2007
Un encuentro junto al Coliseo
sábado, 3 de febrero de 2007
Quinto Sulpicio
domingo, 28 de enero de 2007
Paulette
Cinco y cuarto de la mañana del 20 de septiembre de 1870. Los habitantes de Roma se despiertan sobresaltados con el sonido de los cañones. La gente, aún con sus gorros de noche abre las ventanas o intenta bajar a la calle a empellones para no perderse nada. Los gendarmes pasando a paso de marcha empujan con violencia a los que intentan salir a la calle. Los cañonazos retumban por toda la ciudad. Tras cinco horas se abre una brecha al lado de Porta Pía, en el muro de Villa Paolina. Pocos minutos de disparos y
Eneas despertó de su ensueño con el pitido de un conductor que quería salir de su aparcamiento ante el cine Europa. Dos coches, en segunda y triple fila se lo impedían sin muestras de arrepentimiento.
En ese momento su mente recordó, en este hilo inexplicable de historias e historia que construyen Roma, la imagen de Paolina realizada por Canova que había visto en
Con los Borghese queda su imagen pero Paolina vivirá en esta villa, actual embajada de Francia ante a Santa Sede, al lado de Porta Pia hasta poco antes de morir. La transforma, le da el explendor, que continúa a maravillar, de su belleza, elegancia y finura. En 1824 va a Firenze para pasar lo que le queda de vida junto a Camillo. Después de todo ha sido el que más la ha amado.
Eneas del Polo mira hacia lo alto de la columna. Mira el rostro de la victoria alada, gallarda y en pie y, por un momento, ve las facciones de Paolina, Venus vencedora. No, no es posible ¡Qué diversa la victoria de Venus y la de Marte!
domingo, 21 de enero de 2007
XII kal. Feb. Agnetis, in Nomentana
Preguntó a un guardia que le indicó en un mapa la via Nomentana. Del resto, ni idea. Pasaba por allí un humano rubio de larga zancada lenta y le preguntó: -Sí, esto es latín. Hoy ser XII kal. Feb, 21 feb., fiesta Sant’Agnese, veee!!! Estos humanos están locos: un tipo con cuerpo de oso se pone a hacer la oveja. Pero al menos éste le había dado la clave. Buscó en el mapa Sant’Agnese a lo largo de la via Nomentana. Aquí está, Via Sant’Agnese. Y allá se fue en el 60 atiborrado de gente.
Dejando la gran via Nomentana bajó hasta un jardín ombroso desde el que se accede a la basílica. Un lugar delicioso lleno de recuerdos y exvotos que hablan de mil vidas entre las cuidadas plantas en un silencio de otro tiempo.
De familia de libertos, Agnese murió martir con 12 años tras el cuarto edicto de persecución de Diocleciano a inicios del s.IV. La belleza, fuerza e inocencia de esta chica quedaron impresos en la mente de los romanos. Un recuerdo que durante toda la historia sucesiva de la ciudad seguirá vivo:
In morte vivebat pudor
Vultumque texerat manu
Terram genu flexo petit
Lapsu verecundo cadens
Murió, según la tradición en un prostíbulo al lado del estadio de Domiciano (plaza in agone, Navona) y la enterraron a
Hagna, sagrado-casto que entra en la historia de la ciudad, de su gente, que cura a Constantina, la hija del famoso emperador Constantino la cual le dedica una maravillosa basílica de la que sólo quedan unos pocos restos de su recinto. Pero la historia sigue y al lado de la tumba de la virgen-mártir que la ha salvado quiere enterrarse Constantina construyendo un maravilloso mausoleo recubierto de mosaicos.
Sagrado y casto que viene simbolizado en dos corderillos blancos. Tras el pontifical en la basílica, los dos corderillos en cestas de juncos se ponen sobre el altar de la santa y se bendicen. Su lana servirá para confeccionar los palios sagrados, insignia litúrgica de honor y jurisdicción reservada al Papa y a los arzobispos metropolitanos. Dos corderos que se presentan como regalo al Papa, para recordarle y recordar que las virtudes de la mártir más famosa de Roma son las que deben ‘’llevar” sobre sus hombros.
A Eneas del Polo, pingüino viajero, estas ceremonias le parecían hacer revivir un tiempo diverso. Ahora le parecía entrar en un significado nuevo de Roma eterna: Tintoretto, Domenichino, Zurbarán, Algardi, Borromini, dos corderos, hacen revivir constantemente esta chica, encarnación de unas virtudes que no deberían morir mientras
viernes, 12 de enero de 2007
Vittoria o el encuentro de nuestro Pingüino en San Silvestro
l’immagine, donna, del tuo volto impressa
or che morte s’appressa
con privilegio Amor ne stampi l’alma’
Estos son los versos de un tal Michelangelo Buonarroti a Vittoria Colonna. Son unos versos que nuestro querido pingüino viajero había leído hacía mucho tiempo y que se habían quedado en su memoria como ejemplo vivo de aquellas palabras del Cantar de los Cantares ‘fuerte es el amor como la muerte.’ Ahora, tras el buen café, momento en el que el tiempo se para para degustar, le había asaltado el fantasma de esta misteriosa mujer de los versos. Colores y poesía la rodeaban en su mente pero no conocía nada de quien había inspirado un sentimiento tal a uno de los mayores genios de estos extraños seres humanos, reflejo de la naturaleza y fuera de ella.
Ya que estaba cerca del Pantheon se fue a
Y allá se va, nuestro Eneas del Polo. Subiendo la cuesta de Via IV Novembre, dejando de lado torres y palacios, llega a esta anónima iglesia de oscura fachada que no atrae a los turistas. Cerrada. Pero no desiste y espera. Llama al timbre en un portal. Tras un rato de incertidumbre, milagrosamente, se abre la puerta y sube por una escalera hasta entrar en la iglesia con una única nave. Por un instante le pareció sentir su presencia, como “l’immagine, donna, del tuo volto impressa” y su memoria reevocó con vívidos colores los lugares en que Michelangelo mostró con su arte el rostro de quien tanto quería, el azul intenso del Juicio y la oscuridad de
Mientras baja las escaleras a saltitos nuestro amigo sonríe levemente con mirada alegre. A distancia de tantos siglos, Vittoria deja nuevamente en el alma su huella, que habla de serena belleza y amistad.
viernes, 5 de enero de 2007
Noche de Reyes
Al ver en Piazza Navona a la bruja Befana pensé en Gárgamel, el de los pitufos, y su gato. Y de ahí, me vino a la cabeza la extraña relación entre esta ciudad y los gatos. Quizás por su misteriosa mirada, su mutismo mágico, su libertad incontrolada amante de la noche, sus contradicciones, siempre entre huraños y zalameros. Roma la encantadora y ‘gattara’.
En fin, extraños los caminos de las tradiciones y de las asociaciones de ideas. Más vale pájaro en mano...Y así, espero que los Reyes de cuando era niño –el mío era Gaspar, el del medio y el más normal, para entendernos- cojan un vuelo de Ryan desde Santiago y se presenten en casa, mientras dormimos plácidamente, gata incluida. ¡Qué vengan cargaditos!
jueves, 4 de enero de 2007
Pingüino II
Las columnas del templo dedicado a Neptuno se hundían en el suelo de la ciudad, como si quisieran buscar las abundantes corrientes del subsuelo romano. Es curioso, tras su época de gala la ciudad parece haber tapado con un manto de tierra sus antiguas glorias desvencijadas. Sus formas siempre bellas y sugestivas quedaban cubiertas en su mayor parte confundiendo su cuerpo con el resto de la naturaleza en un letargo bajo el invierno del tiempo. Pero siempre ha habido pingüinos que como él habían seguido la llamada de las leyendas del Primer Rey del Polo. Incluso durante ese período en que Roma se había quedado aparentemente como una de tantas ciudades de provincia, continuaba a latir, se renovaba interiormente, se descubría cálida y hermosa para los que conseguían entrar en su misterio. Poco importaba que quien la descubriera quisiera utilizarla como un objeto para sus propios intereses, le recordaran su historia para adularla o venderla, la considerase meta de sus sueños y antecámara del cielo, lugar de perdición o detentora de las llaves del Paraíso. Ella era todo esto y lo es. Lo estaba viendo con sus ojos desde la altura que lo distanciaba de la base de las columnas. Es como si desde su altura estuviera viendo su mirada de mujer que esconde más de lo que muestra, que hace entrever su complejidad, que encanta con lo que esconde y deja ver, mezcla de mil historias e instantes que la han formado.
Así mirando está a punto de caer desde el pequeño muro. Se baja de un salto y va hacia la derecha siguiendo un suave y delicioso olor a café tostado. No tiene otra guía que las leyendas que recuerda y su instinto. Y éste no le traiciona. Unos pocos pasos y ya está saboreando un estupendo café cremoso en Sant’Eustachio. En el suelo, perdido o tirado, un papel anuncia el concierto de un coro de niños (Matite Colorate) para la tarde del día de Reyes en la basílica de Sta. Croce in Gerusalemme como prólogo a la llegada de los Magos de Oriente. Mil noticias, mil vidas de la ciudad que siguen en su letargo, emergiendo en algún papel que llega a nuestros ojos como las hojas del otoño, sin ruido, como lo más natural y caduco del mundo. Nada mejor que seguir estos mensajes de
sábado, 30 de diciembre de 2006
Lo más pequeño y lo más grande
miércoles, 27 de diciembre de 2006
Pingüino
Al llegar a Roma toda la gente lo miraba como si fuera un marciano, como si no hubieran visto nunca un pingüino. Lejos quedaban los tiempos en que los marineros habían reconocido el canto melodioso de sus vecinas las morsas reconociéndolas como sirenas. Estos humanos, alejados de los mares y sus misterios lo contemplaban como una aparición extraña. Él sólo había venido al famoso mercado íctico cercano al río. En las historias de sus mayores era famoso. El primer rey de los pingüinos había llegado hasta Roma y había transmitido la leyenda de las fastuosas fiestas a base de pescado comprado en la zona del Portico d'Ottavia. Así que se puso a preguntar y al final, pasito a pasito, con su balanceo llegó al Portico. Pero de pescado nada. Sólo quedaban restos de las grandes piedras donde un tiempo se vendían, Sant'Angelo in Pescheria, y una lápida indicando la medida de los peces más grandes destinados a los 'Conservatori' para una buena sopa. Ahora estaba en el barrio judío con sus sueños hechos agua y no peces. Su mirada se posó en una escena de caza y en los bustos de varias personas injertados en la fachada de un edificio. En la esquina de este estraño edificio, junto a una estrella de David, vio en un escaparate varias tortas y dulces apetitosos: ricotta y chocolate, fruta candita, almendras... a falta de pescados buenos serían unos dulces. Y así, con su dosis de tarta en la punta de sus alas de nadador, pasó por la fuente de las Tortugas y se puso a pasear por la ciudad. De repente, encontró dos magníficas columnas, casi escondidas en los muros de un enorme edificio circular. Y en esas columnas reconoció el Tridente y sus amigos delfines. Se sentía en casa. Símbolos familiares que habían llegado hasta su lejana tierra de agua y hielo traídos por primer pingüino que se aventuró hasta el cálido Meditrráneo regresando como héroe, cargado de extrañas historias que duraron más de mil de sus vidas. (Continuará)
sábado, 23 de diciembre de 2006
Beatus Ille
En la maravillosa Villa Borghese romana hay un famoso reloj de agua en uno de los rincones más atemporales de la ciudad. No sé por qué, cuando llego al invierno de Gubbio siempre me viene a la cabeza esta imagen del reloj de agua. Quizás porque aquí parece que el tiempo se ha convertido en un 'granizado'de frío y piedra. La vida se hace dentro, junto al fuego, haciendo fugaces salidas a la historia pública. Y aquí me encuentro yo, iniciando mi encuentro con un extraño pingüino que el otro día me ha regalado Federico como incipit de un 'libro de sueños'. Por el momento lo estoy observando, con su banlanceo suave por las callejuelas y escaleras de la pequeña ciudad llenas de viento helado. Espero que uno de estos días se rompa el hielo y empiece a contarme su historia, la historia que pertenece a Federico, este niño 'nombrador' y mecenas con su mirada de un sueño llamado pingüino. Gracias a él, a Raquel, Yago, Lina y a las personas que hacen soñar.
viernes, 22 de diciembre de 2006
El renacimiento sigue vivo
Por ejemplo ayer. Estábamos hablando del caos del tráfico romano en estos días y al final acabamos hablando del Renacimiento. Decidme si no es así:
-El hombre (sobre todo si se llama 'yo') está al centro del Universo. Yo soy el que tiene razón y mis razones son siempre más importantes que las de los demás, las filas son de borregos por lo que vence el más pícaro, de ahí incluso que
-El principio de autoridad decae. Las leyes sólo se respetan si no están en contradicción con los propios intereses. Las líneas continuas, las prohibiciones de inversión de marcha, los sentidos únicos e incluso las luces coloradas situadas en extraños artilugios llamados semáforos, son puras indicaciones que están al servicio de la voluntad casi divina del conductor. Las leyes son para mí y no yo para las leyes. Y no pensemos que los nuevos príncipes y mecenas son menos. Alberto Sordi nos lo muestra en una famosa película que da inicio a este nuevo Renacimiento: los guardias, elegantes detentores del poder conceden sus silbidos de aprovación y desaprovación con estético criterio, inmersos también ellos en este modus vivendi en el que disfrutan del temor-consideración de los nuevos artistas.
-Retorno a clasicismo romano. Las calles angostas de la Antigua Roma son el ideal estético de las modernas vias. Todos los proyectos urbanísticos y la ampliación de las calzadas de la Nueva Roma tras el 1870 son contrarias al espíritu del Renacimiento romano. Como en la antigua Roma las calles tienes que ser 'vicolo' o al máximo un 'clivus' por lo que es necesario situar coches en segunda y tercera fila para probar el guste del roce, el abigarramiento existencial, la coexistencia de los pobres ciudadanos con el tráfico por la ausencia de aceras, por las trampas fétidas de restos orgánicos. Así, un texto de Plinio quejándose del estado de las calles romanas podría, al fin, ser utilizado en la actualidad. En parte se aplica el principio de César de prohibición de acceso a la ciudad a los carros (actuales zonas ZTL) pero como entonces, esa regla sirve para acentuar las posibles excepciones y los privilegios de unos cuantos llevados en volandas por fornidos exclavos en literas confortables (actuales NCC).
-Competición genial. El pueñetazo de un colega a Michelangelo dejándole la nariz deforme para toda su vida no es nada comparada con la trágica rivalidad de los nuevos genios del volante, como tristemente nos muestra la crónica romana. La necesidad de autoafirmación y de emerger en el mar de la genialidad no tiene límites.
Disfrutemos, por tanto, de este renacer del Renacimiento en Roma. Los que por acá vivimos podemos viajar en el tiempo sin tener que quedarnos absortos ante la fachada de Palazzo Farnese. Sería además peligroso, pues podría pasar alguna moto o camioneta de transporte y hacernos llegar directamente a los deliciosos y azules lapislázuli del paraíso renacentista.