
Estaba sentado rodeado de antiguas monedas, cerámica, mapas... sentía que todo este mundo me esperaba mirándome de reojo mientras día a día mis pasos me iban acercando a la ciudad que me esperaba. Las palabras solas no bastan. A veces son una exigencia, una necesidad, una cura, una imposición, una declaración, pero hoy no bastan. Se han convertido en lanzas de una batalla, una espada pesadísima en golpes que recibo o contengo con palabras igualmente pesadas. Hoy, sentado en Palazzo Massimo doy un paso y espero en silencio a que todo se calle y ese silencio me hable como la mirada de soslayo del zorro al pequeño príncipe.