
viernes, 2 de marzo de 2007
Una noche ante la Torre

viernes, 16 de febrero de 2007
Vicolo Scellerato

Se paran un momento en la plaza ante la iglesia. La subida se había convertido en una leve pendiente y era el momento para un respiro. Luigi saca un paquete de cigarrillos y enciende uno. La noche es fría, tranquilamente silenciosa a esas horas. A lo lejos, la cumbre del Vittoriano tras la torre convertida en campanario de S. Francesco di Paola. La plaza parece un embudo que los invita a dejarse caer en un hueco que se abre en el edificio, justo enfrente de ellos. Casi sin darse cuenta sus pies empiezan a bajar. Atraídos por aquella boca oscura, madriguera que conduce hacia un país de maravillas lejanas, se acercan al Vicolo Scellerato. Saliendo de las paredes y la bóveda de aquel túnel se oyen unas voces que provienen de una oscuridad con ecos que las hace lejanas.
-Querido Tarquinio, Arunte, tu hermano no es un hombre. Aquí me tienes. Estaba destinada a un gran futuro, con la belleza de una diosa y mírame, marchita por culpa de Arunte.
-No es verdad. No digas tonterías.
-Quiero ser mujer del soberano de Roma, quiero ser reina. ¡Maldito padre! Todo se conjura contra mí, incluso mi hermana ¿no le habrás dicho nada? También tú te encuentras con una mujer que te ablanda el cerebro y que no te dejará llegar a ser nadie.
- ¿Qué podemos hacer?
-Mira. Se vive sólo una vez. Yo ya tengo 40 años y tú vas para 50. ¿A qué esperas para reclamar el trono? Eres hijo del rey Tarquinio Prisco. Eres fuerte, noble y hermoso. ¿Por qué no corregimos los errores del destino? Liberémonos de lo que nos aflige. Tú eliminas a tu mujer, yo a mi marido y nos casamos. Luego, conquistaremos la corona.
Un poco de veneno y Arunte y Tullia Maior salen de la escena. Así Tarquinio se casa con Tullia menor. Luego eliminarán al padre, el rey Servio Tullio con una conjura en Tarquinio se lo toma con calma, no ve como aquel viejo pueda suponer un peligro. Recomienda a su mujer que vuelva a su casa. Tullia, sube con rabia en su carro y se dirige hacia
-Bajo y lo meto en el carro- Dice el auriga.
-¡Estás loco! Pasa por encima.
El auriga fustiga los caballos pasando con un bamboleo sobre el cuerpo del anciano rey que muere.
Retumbaban aún los cascos de los caballos en las paredes del antiguo clivo Urbio, ahora vicolo Scellerato, cuando sus dos figuras se perdieron en la oscuridad, guiados por el único calor luminoso del cigarrillo que ya consumía el filtro.
viernes, 9 de febrero de 2007
Un encuentro junto al Coliseo

sábado, 3 de febrero de 2007
Quinto Sulpicio
domingo, 28 de enero de 2007
Paulette

Cinco y cuarto de la mañana del 20 de septiembre de 1870. Los habitantes de Roma se despiertan sobresaltados con el sonido de los cañones. La gente, aún con sus gorros de noche abre las ventanas o intenta bajar a la calle a empellones para no perderse nada. Los gendarmes pasando a paso de marcha empujan con violencia a los que intentan salir a la calle. Los cañonazos retumban por toda la ciudad. Tras cinco horas se abre una brecha al lado de Porta Pía, en el muro de Villa Paolina. Pocos minutos de disparos y
Eneas despertó de su ensueño con el pitido de un conductor que quería salir de su aparcamiento ante el cine Europa. Dos coches, en segunda y triple fila se lo impedían sin muestras de arrepentimiento.
En ese momento su mente recordó, en este hilo inexplicable de historias e historia que construyen Roma, la imagen de Paolina realizada por Canova que había visto en

Con los Borghese queda su imagen pero Paolina vivirá en esta villa, actual embajada de Francia ante a Santa Sede, al lado de Porta Pia hasta poco antes de morir. La transforma, le da el explendor, que continúa a maravillar, de su belleza, elegancia y finura. En 1824 va a Firenze para pasar lo que le queda de vida junto a Camillo. Después de todo ha sido el que más la ha amado.
Eneas del Polo mira hacia lo alto de la columna. Mira el rostro de la victoria alada, gallarda y en pie y, por un momento, ve las facciones de Paolina, Venus vencedora. No, no es posible ¡Qué diversa la victoria de Venus y la de Marte!
domingo, 21 de enero de 2007
XII kal. Feb. Agnetis, in Nomentana
Preguntó a un guardia que le indicó en un mapa la via Nomentana. Del resto, ni idea. Pasaba por allí un humano rubio de larga zancada lenta y le preguntó: -Sí, esto es latín. Hoy ser XII kal. Feb, 21 feb., fiesta Sant’Agnese, veee!!! Estos humanos están locos: un tipo con cuerpo de oso se pone a hacer la oveja. Pero al menos éste le había dado la clave. Buscó en el mapa Sant’Agnese a lo largo de la via Nomentana. Aquí está, Via Sant’Agnese. Y allá se fue en el 60 atiborrado de gente.
Dejando la gran via Nomentana bajó hasta un jardín ombroso desde el que se accede a la basílica. Un lugar delicioso lleno de recuerdos y exvotos que hablan de mil vidas entre las cuidadas plantas en un silencio de otro tiempo.
De familia de libertos, Agnese murió martir con 12 años tras el cuarto edicto de persecución de Diocleciano a inicios del s.IV. La belleza, fuerza e inocencia de esta chica quedaron impresos en la mente de los romanos. Un recuerdo que durante toda la historia sucesiva de la ciudad seguirá vivo:

In morte vivebat pudor
Vultumque texerat manu
Terram genu flexo petit
Lapsu verecundo cadens
Murió, según la tradición en un prostíbulo al lado del estadio de Domiciano (plaza in agone, Navona) y la enterraron a
Hagna, sagrado-casto que entra en la historia de la ciudad, de su gente, que cura a Constantina, la hija del famoso emperador Constantino la cual le dedica una maravillosa basílica de la que sólo quedan unos pocos restos de su recinto. Pero la historia sigue y al lado de la tumba de la virgen-mártir que la ha salvado quiere enterrarse Constantina construyendo un maravilloso mausoleo recubierto de mosaicos.
Sagrado y casto que viene simbolizado en dos corderillos blancos. Tras el pontifical en la basílica, los dos corderillos en cestas de juncos se ponen sobre el altar de la santa y se bendicen. Su lana servirá para confeccionar los palios sagrados, insignia litúrgica de honor y jurisdicción reservada al Papa y a los arzobispos metropolitanos. Dos corderos que se presentan como regalo al Papa, para recordarle y recordar que las virtudes de la mártir más famosa de Roma son las que deben ‘’llevar” sobre sus hombros.
A Eneas del Polo, pingüino viajero, estas ceremonias le parecían hacer revivir un tiempo diverso. Ahora le parecía entrar en un significado nuevo de Roma eterna: Tintoretto, Domenichino, Zurbarán, Algardi, Borromini, dos corderos, hacen revivir constantemente esta chica, encarnación de unas virtudes que no deberían morir mientras
viernes, 12 de enero de 2007
Vittoria o el encuentro de nuestro Pingüino en San Silvestro
l’immagine, donna, del tuo volto impressa
or che morte s’appressa
con privilegio Amor ne stampi l’alma’
Estos son los versos de un tal Michelangelo Buonarroti a Vittoria Colonna. Son unos versos que nuestro querido pingüino viajero había leído hacía mucho tiempo y que se habían quedado en su memoria como ejemplo vivo de aquellas palabras del Cantar de los Cantares ‘fuerte es el amor como la muerte.’ Ahora, tras el buen café, momento en el que el tiempo se para para degustar, le había asaltado el fantasma de esta misteriosa mujer de los versos. Colores y poesía la rodeaban en su mente pero no conocía nada de quien había inspirado un sentimiento tal a uno de los mayores genios de estos extraños seres humanos, reflejo de la naturaleza y fuera de ella.
Ya que estaba cerca del Pantheon se fue a Los papas no le dejaron entrar en un convento y ella se ocupó de ‘sanar el amor’: ayudó a cortesanas y prostitutas en su camino hacia una nueva vida y fue amiga, sin erótico juego, de artistas con los que se reunía en la terraza del monasterio de San Silvestro comunicante con los jardines del Palazzo Colonna, en el Quirinal.
Y allá se va, nuestro Eneas del Polo. Subiendo la cuesta de Via IV Novembre, dejando de lado torres y palacios, llega a esta anónima iglesia de oscura fachada que no atrae a los turistas. Cerrada. Pero no desiste y espera. Llama al timbre en un portal. Tras un rato de incertidumbre, milagrosamente, se abre la puerta y sube por una escalera hasta entrar en la iglesia con una única nave. Por un instante le pareció sentir su presencia, como “l’immagine, donna, del tuo volto impressa” y su memoria reevocó con vívidos colores los lugares en que Michelangelo mostró con su arte el rostro de quien tanto quería, el azul intenso del Juicio y la oscuridad de
Mientras baja las escaleras a saltitos nuestro amigo sonríe levemente con mirada alegre. A distancia de tantos siglos, Vittoria deja nuevamente en el alma su huella, que habla de serena belleza y amistad.
viernes, 5 de enero de 2007
Noche de Reyes

Al ver en Piazza Navona a la bruja Befana pensé en Gárgamel, el de los pitufos, y su gato. Y de ahí, me vino a la cabeza la extraña relación entre esta ciudad y los gatos. Quizás por su misteriosa mirada, su mutismo mágico, su libertad incontrolada amante de la noche, sus contradicciones, siempre entre huraños y zalameros. Roma la encantadora y ‘gattara’.
En fin, extraños los caminos de las tradiciones y de las asociaciones de ideas. Más vale pájaro en mano...Y así, espero que los Reyes de cuando era niño –el mío era Gaspar, el del medio y el más normal, para entendernos- cojan un vuelo de Ryan desde Santiago y se presenten en casa, mientras dormimos plácidamente, gata incluida. ¡Qué vengan cargaditos!
jueves, 4 de enero de 2007
Pingüino II
Las columnas del templo dedicado a Neptuno se hundían en el suelo de la ciudad, como si quisieran buscar las abundantes corrientes del subsuelo romano. Es curioso, tras su época de gala la ciudad parece haber tapado con un manto de tierra sus antiguas glorias desvencijadas. Sus formas siempre bellas y sugestivas quedaban cubiertas en su mayor parte confundiendo su cuerpo con el resto de la naturaleza en un letargo bajo el invierno del tiempo. Pero siempre ha habido pingüinos que como él habían seguido la llamada de las leyendas del Primer Rey del Polo. Incluso durante ese período en que Roma se había quedado aparentemente como una de tantas ciudades de provincia, continuaba a latir, se renovaba interiormente, se descubría cálida y hermosa para los que conseguían entrar en su misterio. Poco importaba que quien la descubriera quisiera utilizarla como un objeto para sus propios intereses, le recordaran su historia para adularla o venderla, la considerase meta de sus sueños y antecámara del cielo, lugar de perdición o detentora de las llaves del Paraíso. Ella era todo esto y lo es. Lo estaba viendo con sus ojos desde la altura que lo distanciaba de la base de las columnas. Es como si desde su altura estuviera viendo su mirada de mujer que esconde más de lo que muestra, que hace entrever su complejidad, que encanta con lo que esconde y deja ver, mezcla de mil historias e instantes que la han formado.
Así mirando está a punto de caer desde el pequeño muro. Se baja de un salto y va hacia la derecha siguiendo un suave y delicioso olor a café tostado. No tiene otra guía que las leyendas que recuerda y su instinto. Y éste no le traiciona. Unos pocos pasos y ya está saboreando un estupendo café cremoso en Sant’Eustachio. En el suelo, perdido o tirado, un papel anuncia el concierto de un coro de niños (Matite Colorate) para la tarde del día de Reyes en la basílica de Sta. Croce in Gerusalemme como prólogo a la llegada de los Magos de Oriente. Mil noticias, mil vidas de la ciudad que siguen en su letargo, emergiendo en algún papel que llega a nuestros ojos como las hojas del otoño, sin ruido, como lo más natural y caduco del mundo. Nada mejor que seguir estos mensajes de
sábado, 30 de diciembre de 2006
Lo más pequeño y lo más grande

miércoles, 27 de diciembre de 2006
Pingüino
Al llegar a Roma toda la gente lo miraba como si fuera un marciano, como si no hubieran visto nunca un pingüino. Lejos quedaban los tiempos en que los marineros habían reconocido el canto melodioso de sus vecinas las morsas reconociéndolas como sirenas. Estos humanos, alejados de los mares y sus misterios lo contemplaban como una aparición extraña. Él sólo había venido al famoso mercado íctico cercano al río. En las historias de sus mayores era famoso. El primer rey de los pingüinos había llegado hasta Roma y había transmitido la leyenda de las fastuosas fiestas a base de pescado comprado en la zona del Portico d'Ottavia.

sábado, 23 de diciembre de 2006
Beatus Ille

En la maravillosa Villa Borghese romana hay un famoso reloj de agua en uno de los rincones más atemporales de la ciudad. No sé por qué, cuando llego al invierno de Gubbio siempre me viene a la cabeza esta imagen del reloj de agua. Quizás porque aquí parece que el tiempo se ha convertido en un 'granizado'de frío y piedra. La vida se hace dentro, junto al fuego, haciendo fugaces salidas a la historia pública. Y aquí me encuentro yo, iniciando mi encuentro con un extraño pingüino que el otro día me ha regalado Federico como incipit de un 'libro de sueños'. Por el momento lo estoy observando, con su banlanceo suave por las callejuelas y escaleras de la pequeña ciudad llenas de viento helado. Espero que uno de estos días se rompa el hielo y empiece a contarme su historia, la historia que pertenece a Federico, este niño 'nombrador' y mecenas con su mirada de un sueño llamado pingüino. Gracias a él, a Raquel, Yago, Lina y a las personas que hacen soñar.
viernes, 22 de diciembre de 2006
El renacimiento sigue vivo
Por ejemplo ayer. Estábamos hablando del caos del tráfico romano en estos días y al final acabamos hablando del Renacimiento. Decidme si no es así:
-El hombre (sobre todo si se llama 'yo') está al centro del Universo. Yo soy el que tiene razón y mis razones son siempre más importantes que las de los demás, las filas son de borregos por lo que vence el más pícaro, de ahí incluso que

-Retorno a clasicismo romano. Las calles angostas de la Antigua Roma son el ideal estético de las modernas vias. Todos los proyectos urbanísticos y la ampliación de las calzadas de la Nueva Roma tras el 1870 son contrarias al espíritu del Renacimiento romano. Como en la antigua Roma las calles tienes que ser 'vicolo' o al máximo un 'clivus' por lo que es necesario situar coches en segunda y tercera fila para probar el guste del roce, el abigarramiento existencial, la coexistencia de los pobres ciudadanos con el tráfico por la ausencia de aceras, por las trampas fétidas de restos orgánicos. Así, un texto de Plinio quejándose del estado de las calles romanas podría, al fin, ser utilizado en la actualidad. En parte se aplica el principio de César de prohibición de acceso a la ciudad a los carros (actuales zonas ZTL) pero como entonces, esa regla sirve para acentuar las posibles excepciones y los privilegios de unos cuantos llevados en volandas por fornidos exclavos en literas confortables (actuales NCC).
-Competición genial. El pueñetazo de un colega a Michelangelo dejándole la nariz deforme para toda su vida no es nada comparada con la trágica rivalidad de los nuevos genios del volante, como tristemente nos muestra la crónica romana. La necesidad de autoafirmación y de emerger en el mar de la genialidad no tiene límites.
Disfrutemos, por tanto, de este renacer del Renacimiento en Roma. Los que por acá vivimos podemos viajar en el tiempo sin tener que quedarnos absortos ante la fachada de Palazzo Farnese. Sería además peligroso, pues podría pasar alguna moto o camioneta de transporte y hacernos llegar directamente a los deliciosos y azules lapislázuli del paraíso renacentista.
jueves, 21 de diciembre de 2006
Roma como un regalo
En estos días prenatalicios en Roma he tenido la posibilidad de prestar atención a un rasgo que nunca había notado. No sé si han influido las fechas, la simple casualidad o ese extraño designio que tras haberme traído hasta Roma no me abandona. Pero a lo que iba, me ha sorprendido encontrarme con la ternura. Señora discreta donde las haya, en Roma es una sombra en medio del caos, la competición, las reivindicaciones y los juegos de poder. Y ahí aparece. Para mostrar que en este cuadro de historias e historia que es Roma y lo somos cada uno, también tiene su lugar un color de velada simplicidad, trazo delicado que sin embargo marca con tonos nuevos el contexto.
Tenía que atravesar Piazza del Popolo con mi bici y no he resistido a la tentación de entrar en la iglesia de Sta. María, justo antes de atravesar la puerta norte en las antiguas murallas.
El arte tiene ese poder de hacer perdurar en el tiempo esas características de los hombres que parecen ir más allá de la naturaleza, como si estuvieran destinadas a no morir y que, colmo de paradojas, parece como si murieran, por irrepetibles, al morir sus autores, dejándonos huérfanos con una heredad de conciencia.
Al acercarme a la escalinata de la entrada por primera vez me he parado a observar la fachada. En Roma uno se acostumbra a ver sin mirar el rostro de tantos edificios. Me sorprendió descubrir las líneas delicadas de María con el Niño. Un poco despistado y mirando aún hacia arriba traspasé el umbral de la puerta y entré. La primera tentanción fue la de dirigirme hacia algunas de las obras de arte que más me gustan: los Caravaggio, Bregno, Bernini, Sansovino... Un lugar tan densamente humano que parece constuido por el mismo ideador de este extraño ser que somos. Desde Nerón, que en paz descansó al fin en este lugar, hasta la paz de los padres agustinos hay historias que sólo sus muros sabrían contar sin palabras.
Absorto en estas sensaciones mi vista cayó en la primera capilla a la derecha. Y allí fue mi sorpresa: un cuadro lleno de colores tenues, de formas delicadas que hablan de la ternura, no del remilgo o la mogigatería, no de condescendencia o pietismo. Ternura: el encuentro sin miedo ni vergüenza ante la sencillez. El rostro de la Virgen pintado por el Pinturicchio: Mezcla de maravilla y descubrimiento, la com-pasión. No recuerdo otro igual que hable de esta ternura ante el misterio de este Niño desnudo, pequeño, como cualquier otro, el Hijo del Hombre. Ella se inclina para observar como la pequeñez, fragilidad y sencillez, lo más ordinariamente humano es también divino. Credulidad o sabiduría. Tonta ingenuidad que despreciamos o sencillez que envidiamos. En ese momento pasó por la imaginación y el recuerdo las palabras de Juan XXIII saludando a los niños de las personas que estaban en Plaza S. Pedro. ¿Cuáles son las cosas importantes? Un gran hombre de estado o un papá ¿se contraponen?
Roma es la ciudad de la ternura. Con alegría lo he descubierto. Miles de pequeñas placas que recuerdan vidas y hechos que llenan el alma de los momentos reales, humanos y divinos: Joyce que mal vive en su pensión cerca de Piazza di Spagna como pobre funcionario y que está concibiendo un nuevo Ulises, mientras su compañera como Penélope espera su regreso de la tasca en la que dilapida sus cortos ingresos.
Una ciudad misteriosamente humana. Por sus grandes obras -Goethe había dicho que sin ver la Capilla Sixtina uno no se puede hacer idea de lo que el hombre es capaz de crear- pero sobre todo por la vida de tantas y tantas personas que la recrean en miradas, en saludos, en el gusto por vivir plenamente lo cotidiano y sencillo como algo grande. En medio de las prisas por buscar algo 'especial' para hacer los regalos, me he encontrado este estupendo regalo de ternura 'rhumana' en Navidad.