-Ayer se murió Vespasiano. Me dijo
Maurizio mientras saboreaba un buen café en via dei Serpenti.
Él está leyendo Los asesinos del emperador y
con esas palabras mi amigo me ha indicado lo que significa la inmortalidad
literaria, una de las formas más bonitas aunque también una de las más pobres
de lo que comunmente se llama fama: viviendo el tiempo del relato revivía la
vida y la muerte de tantos personajes.
Mientras se moría Vespasiano, ayer, yo
entraba en una sala, tras un precioso patio, en una preciosa colina sobre Roma.
En la sala, una señora nos mostraba viejas fotos con sus historias, historias
de la propia foto, de la época, y de quienes en ella aparecían. Con esas fotos
en blanco y negro ella hablaba de los colores de una pequeña calle, casi una
acequia que abandona via del Babuino para regar los pies de la colina de villa
Medici. Colores de azaleas, del travertino de la gran escalinata de Piazza di
Spagna, de mejillas sonrosadas y vestidos de hilos maravillosos que recogen el
gusto de la Ciociaria, esa zona de campiña hoy tan industrial al sur de Roma,
colores del antiguo y desaforado carnaval.
Valentina Moncada, que así se llama la
señora, encontró hace años en un desván un diario de su tatarabuelo el cual
había creado varios estudios para artistas en los que posteriormente tendría su
sede la Associazione Artistica Internazionale. Este diario fue una semilla regada
con dedicación, aplicación y curiosidad hasta convertirse en un libro: Atelier a via Margutta, cinque secoli di
cultura internazionale a Roma. Junto a esta acequia abundante y fresca,
flores y frutos, colores y formas de las más diversas especies, iban tomando
cuerpo con sabor de cielo, agua y tierra romanos.
Margarita: una perla. Personas e
historias de personas surgen en torno a este canal de vida. Los tiempos han
cambiado pero el agua, quizás ahora discurriendo escondida, sigue invitando a
enraizar, a nutirse, a descubrir en la tierra trabajada a arte, todo el
substrato necesario para nuevos frutos. Margarita excava un poco en busca de
una fuente: el archivo de la Associazione Artistica Internazionale. Ojos de
agua, materiales e información que un camión hace tiempo se llevó sin saber aún
hoy dónde están. Palabras que están detrás de los colores y las formas
explicando la vida cotidiana, los lugares y el tiempo que luego se convierten
en frutos de arte. Quedan esos frutos, no sus plantas ni sus hojas, llevadas
por el otoño del olvido o el descuido. Hojas escritas con savia de esta tierra,
que han recogido su aire, que han buscado su sol y sufrido los avatares de la
intemperie, suculentas como áloe o enjutas como agujas de pino.
Margarita es una perla con mil
reflejos de luces, de colores, que han ido creciendo entorno a una semilla de
tierra. ¡Qué alegría encontrar estas perlas! Margarita es una persona, una flor
y un trocito de tierra, una calle quizás, vestida con los más variados colores de
mil historias, reflejo de todos los tonos de mil hojas.
Ayer se murió el Vespasiano que vivía
gracias a mi amigo Maurizio mientras yo me encontraba con Fortuny y Picasso dando
un paseo desde la Academia del Gianicolo hasta via Margutta.