martes, 26 de febrero de 2008

Volver

La temprana noche de invierno los recibe. Sólo ahora Eneas se da cuenta de que Armando le estaba esperando para cenar en via del Boschetto. Lo había saludado porque a él eso de los Museos no le va. En su vida de romano ha entrado en los Museos Capitolinos una vez, de niño, con su escuela. Ya ha cumplido con este tributo a la Ciudad del Arte.

Lento piede, como dicen los romanos, va subiendo por via Quattro Fontane hasta llegar a...las 4 fuentes: Una loma al final de una cuesta desde la que divisar 4 puntos importantes de la ciudad. En frente el obelisco de Sta. Maria Maggiore, a su espalda el de Trinità dei Monti, a la izquierda allá al fondo Porta Pia, a la derecha la suave bajada del Monte Cavallo hasta el Quirinale.

Principio y fin. S. Carlino. Diminutivo cariñoso para esta iglesia que ha marcado la vida del Borromini. Sus líneas en movimiento le invitan a entrar, rápida y fugazmente, como un pequeño oasis de una única palma que se eleva en forma de elipsis crecida al lado de un pozo. ¡Qué frescura! Blanca piedra y pozo blanco. Sin más. Una sencillez que invita al sosiego.

Sale del claustro a la exigua acera en la que las motos casi lo rozan. A la derecha se eleva la mole del palacio del Quirinale como un inmenso cuartel que ha ido creciendo como su importancia para la reciente República.

Otra iglesia. Y sus pies sin querer suben la escalinta. Es un pequeño teatro. Un teatro para la representación de los sagrados misterios. La escultura y la arquitectura se unen en el escenario. Y otro drama de vida se esconde en los alojamientos adyacentes de los novicios jesuitas. San Estanislao reposa en un recuerdo convertido en piedra, exhausto tras su largo peregrinar de miedo y esperanza.

Estático, Carlo Alberto, sigue cabalgando en un parque extraño. A la quietud de Estanislao, que descansa al final de su camino, sigue el movimiento marcial parado artificialmente por la fuerza del bronce. A los mil colores de las pinturas de Andrea Pozzo entorno al negro y blanco de la escultura, el verde en sus múltiples tonos del bronce y la vegetación. Como un hueco en el espacio de la calle este parque sigue llamando por sus antiguas iglesias de Santa Chiara y Sta. Maria Maddalena sacrificadas ante la llegada del emperador teutónico Guillermo II. Europa en Roma y Roma que se transforma como escenario de encuentros y separaciones. Reyes conocidos para algunos y desconocidos para la mayoría, razones de la política que se pierden en un contexto lejano mil años más que su lejano y querido Polo. Y él sigue, pisando esos caminos, como heredero de un reino desconocido al que jamás se ha dedicado una calle, sin estatuas ecuestres ni más herencia que un viaje.

Es ya muy tarde, pasa ante el Quirinal viendo a lo lejos la Cúpula iluminada de S. Pedro y la ciudad a sus pies. ¿Volverán sus pasos a adentrarlo en el mundo de Quirino, del antiguo Capitolio, los Colonna, las antiguas termas de Constantino, los Pallavicini, S. Silvestro? ¿Cuántas vidas puede durar su viaje? ¿Será él quién podrá encontrar al fin el secreto que Roma tiene escondido para él y que le permitirá volver a su tierra para ser coronado o lo hará otro, cuando él haya consumado su tiempo explorando algún canal de la eternidad romana?

Llega a Largo Magnanapoli y se dirige a via del Boschetto atravesando, a la romana, la ancha via Nazionale.
Tiene hambre y le espera una pizza interminable cuanto su hambre en Al Giubileo. Ya ve la cara de enfado de Armando, muerto de frío.

Aprende a ser parte del pueblo cansado que regresa del peregrinar diario. Así es cada día y la vida, también del que conduce vidas. Dice el diario de su antepasado al final de su primera jornada.

Carlo, el camarero, empieza con una Margherita y una birra que hacen cambiar la expresión de Armando. Ahora, la conversación se anima y al fin Armando se atreve a preguntarle qué hace él tan lejos de su tierra y cómo ha llegado a ser el propietario del antiguo convento de Monti en el que vive como guardián.

3 comentarios:

Isabel Barceló Chico dijo...

Me ha parecido ir con Eneas por San Carlino y la v�a del Quirinale. No sabes cu�nto a�oro Roma.

Hyperion dijo...

A ver cuando vienes!!! Tienes un cappuccino esperándote.

Isabel Barceló Chico dijo...

Tengo muchas ganas, la verdad. Espero que pueda ser pronto. Besos.