lunes, 2 de enero de 2012

Chiara

Y llega otra nueva tarde. Con el frío parece que la última luz del día se hace cortante y sutil. Es la última tarde de un viejo año, un día más que no es igual. Lo hacen distinto las ganas de volver a empezar, la petición a quién sabe qué numen, de otra oportunidad, la necesidad de ritos propiciatorios que sanen indigencia o colmen deseos. La gratitud por un tiempo que hemos vivido no basta para alegrar ante los miedos a perder lo que tenemos o no conseguir lo que nos falta. Es un día distinto, como las fronteras artificiales: una línea imaginaria pintada con esperanzas. Es curioso. Mis esperanzas son siempre mi mejor vestido y como tal reflejan mis gustos, mis medidas, mis posibilidades. Las construyo sobre lo mejor que creo tener o conocer.
Hoy me engalano para brindar pensando en las horas, los días que vendrán, si vienen, con el deseo voraz de no perderme nada. Miedo de tener miedo y escapar, negar. Lejos de mí el negar. Y mientras hay tiempo, tan poco, vivir y no dejarme vivir. Poco o mucho, avanzando o retrocediendo, escondido o soñando investido de la fama de los grandes herederos y conquistadores.
Es una tarde para recordar y para olvidar, con el gran riesgo de la rabia impotente que no detiene el tiempo sino para atarme al mástil mientras cantan mil sirenas. Por otra parte, está la posibilidad de una íntima satisfacción al mirar la ruta, ver los pasos y, en tantas personas, descubrir mi longitud y latitud. Un punto, un viaje que por largo o corto, sé que es el mío.
En esta frontera imaginaria escucho la música que sale desde el cercano teatro de Santa Chiara. Y vuelve Roma a imponerse en esta pequeña plaza. La gente sale tras el brindis pasando al lado de la capilla de Santa Catalina, lugar en que ella pasó otra frontera entre el tiempo y la eternidad. No deja de sorprenderme que se encuentre en el salón – recepción de este teatro. El tiempo y nosotros seguimos añadiendo a los lugares nuevas historias, un año más, acumulando en estos espacios nuestros los tiempos de tantos otros. La ciudad sigue en pie celebrando las ganas de vivir y las esperanzas de seguir recorriendo sus caminos. A cada instante –y aquí Roma es única- el pasado y presente atraviesan, cruzando nuestros días, saltando todas las barreras.

5 comentarios:

Isabel Barceló Chico dijo...

Maravillosas reflexiones ante el nuevo año, sinceras, realistas, agradecidas a la vida que se ha vivido y a la que falta por vivir, con plena conciencia de no saber si será poco o mucho, pero sí con el deseo de hacerlo intensamente, con plena conciencia. Sí, en Roma reina Jano y, mirándole a los ojos, se percibe su señorío sobre el espacio y el tiempo, su dominio del pasado, el presente y el futuro y la mezcla indistinguible de todos ellos. Y qué lugar más hermoso para esos pensamientos, cerca de dos mujeres que, en su tiempo, traspasaron la barrera que imponía el anonimato y el silencio a las de su sexo.
Un abrazo muy fuerte.

Hyperion dijo...

Y contigo, de una forma u otra, siempre con Roma como compañera.
Gracias.

Isabel Barceló Chico dijo...

¡De haber sabido que Pedro Cano vivía en Anguillara hubiera tratado de hacerle una visita! Hace unos años, en el museo en el que trabajo se hizo una exposición suya titulada "Puertas", acuarelas sobre las puertas de la muralla de Roma. Maravillosa exposición, llena de sugerencias y magia, luz evanescente, misterio arcano. Quedé completamente prendada de su pincel y de su Roma.

Todos los dias pienso en tí, querido amigo. Y te imagino en estos momentos en esa Roma blanca como una paloma. ¡No puedes impedir que ahora mismo salga Eneas a recorrer las calles y hacernos felices con su experiencia blanca en esta ciudad asombrosa! Aquí lo espero.

Un abrazo muy fuerte.

ana dijo...

Descubrir que cada día vivido puede encerrar en sí toda una historia...aprender a no perderme nada...tener la convicción de que todos los días pueden ser "noches de luna".Un regalo que perdura y que nadie ni nada me pueden quitar.Saludos.

Isabel Barceló Chico dijo...

Pasé de nuevo a verte. Un abrazo muy fuerte.