Experto viene de experiencia. ¿Por
qué lo digo? Permitidme un breve preámbulo.
Estando en Roma y dedicándome a
los servicios turísticos, tengo oportunidad de encontrar mucha gente. Roma es
siempre un motivo para compartir.
Sin embargo, con algunas personas
el encuentro se hace afinidad, se hace parte de la propia historia, la que
cuentas y la que cuenta. El tiempo entonces no es un simple ‘cronos’ sino que
se hace ‘kairós’, un evento y una memoria, un motivo para festejar la vida que
nos otorga estos momentos.
Ayer por la tarde, tras uno de
estos encuentros no me sorprendió su clásica tarjeta de buen papel con tonos
amarillos, me sorprendió bajo su nombre un apelativo, casi una exclamación:
experto. Podría sonar megalómano o una palabra vacía -flatus vocis sería mejor
y más divertido sino sonara a pedante-, podría ser una definición de una
ocupación inexistente si pretendemos que la pregunta ¿qué soy? obtenga siempre
como resultado una posición laboral.
Tras dar un paseo y almorzar en el
Peperoncino D’Oro, junto al lugar de mi trabajo en via del Boschetto, tras hablar de Roma, de la propia historia, de las experiencias de la vida, esa
palabra ‘experto’ me pareció una síntesis adecuada y llena de significado: en
su pasar por Roma, por la vida, me di cuenta que no va recogiendo datos, sino
experiencias o vivencias. Quizás también habría podido poner como subtítulo a su nombre ‘vividor’ (¿por qué tendrá tan mala fama esta palabra tan bonita?). Ahora,
me lo imagino como la estatua de Trilussa, asomado a la vida que pasa en la
plaza, escuchando las conversaciones de los que están a su lado, abierto a las
tantas verdades que enriquecen las pocas propias certezas haciéndolas capaces
de mostrarse sin imponerse, sobre todo ante un buen vaso de vino: in vino
veritas.
‘Yo no podría ser profesor’.
Quizás el término profesor posee un matiz que hace pensar en alguien que enseña
el camino sin recorrerlo, alguien que sentado desde lo alto de una tarima (ex
catedra, catedrático) habla con los que se sientan a sus pies, alguien que
comparte más contenidos noéticos que experiencias sabiendo o suponiendo que
tiene ante sí quien aún no los posee... Sin embargo, con mi ‘experto’ pude experimentar como sería un Sócrates que, sin ser profesor, hacía brotar
pensamientos y palabras, o uno de aquellos griegos amantes del saber compartido
mientras se camina.
Ya véis que ha sido toda una
experiencia el encuentro con mi ‘experto’, como quien ve pasar gente y qué gente sentado bajo una buena sombra: asombrarse.
En este sentido, y siempre ‘aprendiendo’
de expertos que no son profesores, hace poco en piazza Trilussa, Pino, el propietario del restaurante Al Fontanone y trasteverino de adopción, me hizo notar un extraño detalle en una pequeña
casa destartalada junto a su local. En la parte
inferior derecha de una ventana del segundo piso se ve un espejo retrovisor
apuntando hacia abajo pero con la inclinación justa para que alguien desde esa
ventana pueda ver lo que pasa en el portal. Una forma perfecta para no
asomarse, para defenderse de los acreedores, para no dar la propia presencia a
los que la atacan con solicitudes, propagandas, deudas o favores. Ingenioso y
muy romano sobre todo en épocas en donde ‘non c’è trippa per gatti’: el lema es
buscarse la vida en una ciudad en donde todos y todo pasa.