Cuando llegas a Roma ya has estado
antes. Cuando estás en Roma siempre parece nueva.
Roma se renueva constantemente y
superponiéndose, no sólo en sus edificios sino en sus imágenes, en los
recuerdos, en las relaciones en su arquitectúra de palabras, sensaciones y
artes diversas.
Abro la puerta de nuestra oficina
y desde hace unos días, siempre me quedo unos segundos sorprendido. El culpable
es Miguel Cuba, joven artista becario de la Academia de España en Roma, que en
una de sus obras realizada este año en Roma, recea la ciudad haciéndonos partícipe
de un momento y también de su historia, juegos de imaginación y realidad que la
hacen nueva. Y realmente cada mañana es nuevo, se renueva.
Marcas y mitos. Palabras que
entran en nuestra vida cotidiana y luego se hacen concretas en esta ciudad en
donde se encarnan. Juegan en nuestro recuerdo apareciendo tras cada esquina o
en los lugares más clásicos, pronunciando sus frases más famosas, tarareando una
melodía pegadiza, imitando un tono de voz, simulando unos pasos esperpénticos
de un baile callejero. Mitos porque marcan hitos: un tiempo hecho de momentos y
no de segundos, un tiempo que vuelve a contar al evocarlos midiendo la medida
de nuestro andar, unido a nuestra propia historia: revivir el sabor del primer
Campari, las risas tristes de un Americano en Roma, aquella tarde de domingo en
que asistí por primera vez a la Tosca, Espartaco como héroe en una tarde de
sábado lluviosa... El tiempo de Roma en la propia historia.

Cada vez que entro en la oficina,
me encuentro con la Roma de Miguel y luego esta Roma de nuestro patio. Su cielo
celeste y sus voces. Allí estoy también yo, escuchando y hablando, construyendo
también con mi tiempo la eternidad de esta ciudad. En Roma las tragedias, el
dolor, es el que deja esa huella imperecedera en la historia, convertida en
heroismo, sublimada en honor, lucha, inteligencia, genialidad... o desaparece
sumido en las vidas de cada uno. Pocas veces se cuenta Roma con el tiempo de un
plato de buena pasta, el fresco de la mañana en Vespa o el poder de la
publicidad que lo invade todo como una conversación con mil voces que se
convierten en un ruido. En esta Roma de Miguel encuentro también la eternidad
de la vida cotidiana, ridícula o sublime y siempre tragicómica. Entro y me
siento a trabajar un día más.