o si todo existiera porque él existía. Ahora, por un momento, le parecía estar lejos, asomándose como uno que vivía en las nubes. Cada objeto, los movimientos lentos vistos desde su altura, le sorprendían y se llenaban de matices diversos, de contrastes. Y era divertido. Muy cerca, en el foro, estaba el llamado Umbelicus Urbis cuando Roma pensaba ser el centro de un mundo eterno que abarcaba todo lo divino y humano.Un lunático, uno que está fuera del mundo, uno que proviene del Finis Terrae: u olímpico divino o ícaro imprudente. ¡Qué grandes pretensiones tenemos en la Tierra! Como si fuera el ombligo del Universo, como si todo lo que existe dependiera de este pequeñísimo planeta y de estos seres racionales que hemos llegado en los últimos segundos de su existencia.
Ante esta inimaginable extensión de tiempo y espacio sonreía de nuevo pensando en su preocupación por el viaje, los billetes, los futuros empeños de su cargo, su pequeño gran país helado.
Embocó via Merulana y como era tarde y no había cenado entró en una pizzeria al ‘taglio’ en donde pidió un trozo de pizza y un supplí.
Seguía en ese momento atemporal... y eran ya las 12 de la noche. Junto a él una pareja de unos 50-60 años parecían también disfrutar de su propio mundo. Brindaban y escuchó un ¡Feliz día nuevo! Un beso y una mirada cómplice. Estrenaban un nuevo día, celebraban un tiempo nuevo, el suyo, en medio de este inmenso universo que continuaba girando en un tiempo inimaginable.