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sábado, 9 de octubre de 2010

La búsqueda por encontrar, para encontrar


Las 10 menos 5 minutos. Eneas baja del tranvía número 2 más o menos a mitad de la recta que forma la via Flaminia saliendo de piazza del Popolo antes de llegar a Ponte Milvio.
Las líneas de hierro hacen aún más recto el trazado, como si fueran las líneas de un estudio de perspectivas. En ese estudio, en ese cuadro, la iglesia de Sant’Andrea ha quedado en otro nivel, como perteneciente a un diseño anterior que a mala pena se integra en la estructura del cuadro. El tranvía con sus raíles parece que le pisa los pies, dejándola aislada del resto del barrio, como si el jardín y la cercana colina del Parioli fueran otro país con una frontera trazada con dos líneas de hierro.
El jardín con encinas que está al lado de la iglesia se resiste a entrar en la ciudad. Los esfuerzos por convertirlo en un lugar de paseo se han estrellado ante la soledad de los pichones, de algunos paseantes con sus perros y grupos de filipinos al amparo de esta marca en el límite de un espacio lejano 10 metros del barrio con nombres de pintores pero tan invalicable como la más férrea de las fronteras montañosas.
Andrea, hombre, y Pietro, piedra. Dos hermanos que Roma, por distintos motivos ha unido en uno de esos juegos de la historia. Dos nombres que han tenido descendencia de hombres y de piedras, de historias vividas y contadas en lugares, en edificios y esculturas.
Como una estatua, surgida como una sombra de hombre en piedra, Eneas descubrió que alguien lo observaba inmóvil en la sombra de una encina.
-¿Por qué estás aquí?
-¿Es usted el que me ha enviado el mensaje?
-¿Por qué estás aquí, en Roma?
-Porque me han enviado.
-Y ¿por qué o para qué te han enviado?
-No lo sé.
-Tienes una semana para descubrirlo ¿no es así?. Roma será tu lugar de nacimiento o te quedarás como yo, para que sea el lugar en que se cierren tus ojos. Sigue con tu diario para que no dejes de darte cuenta de lo que pasa, de lo que te pasa.
-Roma está llena de lugares, nombres, hechos, obras... y ¿qué tienen que ver conmigo, con el lugar de dónde vengo o con lo que haré?
-Quizás en algo te puedo ayudar. Así me lo ha pedido Armando pues, hace años, él también me alojó en su casa. No pienses que las cosas que encuentras por la ciudad están lejos de tu vida o son datos, material de estudio o de observación. Cuando descubras lo que te dicen encontrarás una respuesta... aunque también será una respuesta que todo siga en silencio.
-Las cosas, todo. Al final, es tan vasto ese ‘todo’ que aunque hubiera una voz, en aquellas distancias no llegaría ni a murmullo.
-No tengas prisa. Sigue con tu diario pues las palabras leídas te enseñarán a escuchar.
Saliendo de la sombra, sin mirarle, se encaminó hacia Valle Giulia. Ni siquiera pudo verle la cara. Estaba vestido con un pantalón marrón de pana, de líneas gruesas y un poco gastadas, amplio, casi vacío, cubriendo unas piernas que a mala pena aparecían como una esquina aguda al levantar el pie del suelo para avanzar. Llevaba una americana verde oscuro, también ésta demasiado grande para sus espaldas, como un trofeo de un tiempo mejor o el regalo de un extraño que siempre se quedará sin destino, sin anunciar nada más que el dejar, dejadez o puro regalo. A cada paso parecía que la dirección que había escogido podría haber sido cualquier otra; no por indecisión, al contrario, sino porque en todas partes algo lo habría esperado. Incluso aquel parque en la Via Flaminia parecía un rincón de su casa.
Eneas abrió el diario que siempre llevaba con él pero que desde hacía mucho tiempo no había leído.
Con aquella letra dibujada y pareja leyó: ‘He descubierto una fachada pintada, como un rostro con afeites, pero ajado de años como una máscara. Máscara de mujer que se entrega en matrimonio y de mujer que es capaz de quitar la vida. Dos gestos que no se esconden ¿por amor o locura?’
Una pregunta y un lugar. Lo primero que haría sería buscar esta fachada.

lunes, 14 de junio de 2010

‘Si chiede gentilmente’

‘Se ruega amablemente que dejen libre el paso’. Junto a la entrada de un garage se leía un cartel escrito a mano. Quizás se pueda rogar escorbúticamente o enconadamente, quizás encubiertamente o subterfugiamente. Quizás, por todas esas formas de rogar posibles, es necesario para un italiano poner por escrito la forma más ‘explicativa’, la que da efecto y determina como diferencia específica, definición ante cualquier otra forma de solicitud.
Tras un café en el bar de la esquina Eneas había entrado en una especie de librería cerca de Piazza Indipendenza en la que se acumulaban DVD, libros, revistas, suplementos: una especie de ‘antiquarium’ de los quioscos de la ciudad. ‘È severamente vietato aprire i DVD’ (está severamente prohibido abrir los DVD). En ese momento Eneas encontró la mirada de la señora que estaba al otro lado del mostrador. Una mirada de indiferente indiferencia. Todo en esta ciudad parecía una figura retórica, una amplificación redundante, como si la simplicidad estuviera enterrada bajo varios estratos. En Roma estaba visto que era imposible decir una palabra sin dejar intuir alguno de los diversos niveles o matices. Quizás por ello hay que escarbar en las conversaciones y no dejar de lado las miradas y los gestos.
Compró una vieja película de Totó.
‘Signori si nasce e io lo nacqui modestamente’ ‘Señores se nace y yo lo nací modestamente’ En casa, por la tarde, Totó los había hecho reír y sentir que ‘Signori si nasce’ y también la ‘Miseria e nobiltà’ que se encuentra en cada uno, motivo de risa viéndola ahí, fuera, con los ojos y la distancia de un espectador, con un juego de palabras muy serio. Un adverbio, algo arrojado hacia el verbo para dejar una pintada, un vestido que lo hace más complicadamente humano.
Aquella risa era como un espejo, como verse con la mirada de otro. Sorprendentemente pequeño, con unas cuantas primaveras vividas y sin saber cuántas más vendrán. Las imágenes de su vida pasaban ante él como un montaje de fotogramas a primera vista ilógico y frenético.
Inopinadamente un hilo, una trama: una tarde lluviosa, la voz de aquella chica, el cielo y el mar de los cuadros de Sorolla, hicieron revivir los sentimientos y pensamientos que habían sido esperanzas, sueños, dolor y que ahora eran recuerdos. Hay un extraño juego de decisiones que encauzan los pasos determinando un sendero que, en algunos momentos de la vida, podemos contemplar. Señor se nace... o se hace al caminar.
-Eneas, despierta. Es hora de irse a la cama.
Alegremente, Marta lo había zarandeado haciéndole salir de su sopor.
Dirigiéndose hacia su habitación pensó en el día siguiente.
‘Mañana a las 10.00 le espero en el jardín de via Flaminia junto a la iglesia de Sant’Andrea’.
Había recibido este mensaje sin remite, escrito con letra redonda y bien pareja.
Descubrió que también él, en cada palabra que decía, encontraba historias y matices, fotogramas que en él se habían combinado en una forma única ¿quién vería Tintín acordándose de Sorolla?¿quién vería el rostro severo de la vendedora del quiosco al escuchar a Totó? Y el camino parecía no concluirse por ahora. Mañana también la iglesia de Sant’Andrea tendría un nuevo fotograma, un nuevo rostro y quién sabe el rumbo que seguirían sus pasos. Era la miseria de elegir entre las mil callejuelas de su vida y la nobleza de caminar como un señor de sus propios pasos.